terça-feira, 30 de novembro de 2010

SAN AGUSTÍN ; TRADUCIDAS SEGÚN LA EDICIÓN LATINA DE LA CONGREGACIÓN DE SAN MAURO, POR EL R. P. FR. EUGENIO CEBALLOS

Índice

·      Confesiones
·      Presentación
·      Libro I
Confiesa San Agustín los vicios y pecados de su infancia y de su puericia, y da gracias a Dios por los beneficios que recibió de su mano en una y otra edad
·      Capítulo I
Reconociendo Agustín la grandeza y majestad de Dios se enciende en deseos de alabarle
·      Capítulo II
Que Dios está en el hombre y el hombre en Dios
·      Capítulo III
Cómo Dios está en todas partes
·      Capítulo IV
Que la majestad y perfección de Dios son inexplicables
·      Capítulo V
Pide Agustín a Dios perdón de sus pecados
·      Capítulo VI
Describe Agustín su infancia, y alaba la eternidad y providencia divina
·      Capítulo VII
Que aun la primera edad de la infancia no está libre de pecados
·      Capítulo VIII
Del modo con que aprendió a hablar, cuando llegó a la niñez
·      Capítulo IX
Del aborrecimiento que los muchachos tienen al estudio, amor al juego y temor al castigo
·      Capítulo X
Cómo por amor al juego no se aplicaba al estudio
·      Capítulo XI
Afligido con una enfermedad pide el Bautismo; pero habiéndose mejorado prontamente, se dilata el dárselo por consejo de su madre
·      Capítulo XII
Cómo le compelían y forzaban al estudio, y cómo Dios volvía en bienes sus males
·      Capítulo XIII
A qué estudio se aficionaba más
·      Capítulo XIV
Del aborrecimiento que tenía al estudio de la lengua griega
·      Capítulo XV
Oración del Santo a la Majestad divina
·      Capítulo XVI
Reprueba el método que comúnmente se observa en la enseñanza de la juventud
·      Capítulo XVII
Continúa reprendiendo el modo acostumbrado de ejercitar a los jóvenes en el estudio
·      Capítulo XVIII
Que los hombres ponen cuidado en guardar las leyes y preceptos de los gramáticos, y no lo ponen en observar los mandamientos de Dios
·      Capítulo XIX
Que algunos vicios de la puericia pasan también a otras edades del hombre
·      Capítulo XX
Da gracias a Dios San Agustín por los beneficios que le hizo en la puericia
·      Libro II
Llora amargamente el año decimosexto de su edad, en que, apartado de los estudios, estuvo en su casa y se dejó llevar de los halagos de la lascivia, y se entregó a una vida derramada y licenciosa
·      Capítulo I
De su adolescencia y vicios de aquella edad
·      Capítulo II
Cómo a los dieciséis años se entregó a amores impuros
·      Capítulo III
Del viaje que hizo a Cartago para continuar allí sus estudios y de los intentos de sus padres en orden a esto mismo
·      Capítulo IV
De un hurto que hizo en compañía de otros
·      Capítulo V
Que ninguno peca sin algún motivo
·      Capítulo VI
Que todas las cosas que nos incitan a pecar con apariencia de bien, solamente en Dios es donde son verdaderos y perfectos bienes
·      Capítulo VII
Da gracias a Dios porque le ha perdonado sus pecados y porque le ha preservado de otros muchos
·      Capítulo VIII
El gusto de obrar mal en compañía de otros fue lo que le movió a hacer aquel hurto
·      Capítulo IX
De lo perjudicial y contagiosa que es la mala compañía
·      Capítulo X
Que todo el bien está en Dios
·      Libro III
Confiesa cómo en Cartago se enredó en los lazos del amor impuro, que leyendo allí el Hortensio de Cicerón, al año 19 de su edad, se excitó al amor de la sabiduría, y cómo después cayó en el error de los maniqueos. Últimamente refiere el sueño que tuvo su santa madre y la esperanza y seguridad que le dio un obispo acerca de su conversión
·      Capítulo I
Cómo deseando agradar y ser amado, cayó en los lazos del amor
·      Capítulo II
De la afición que tenía a los espectáculos trágicos
·      Capítulo III
De lo mucho que le disgustaba la conducta de los estudiantes de Cartago
·      Capítulo IV
Cómo se encendió en amor a la filosofía, leyendo el tratado de Cicerón que se intitula Hortensio
·      Capítulo V
Le desagradaron las Sagradas Escrituras por parecerle que tenían un estilo humilde y llano
·      Capítulo VI
Del modo con que los maniqueos le engañaron
·      Capítulo VII
Cómo se dejó llevar de la doctrina de los maniqueos
·      Capítulo VIII
Explica contra los maniqueos qué pecados se deben detestar siempre
·      Capítulo IX
De la diferencia que hay entre los pecados; y de la que hay también entre el juicio de Dios y el de los hombres
·      Capítulo X
Desvaríos de los maniqueos acerca de los frutos de la tierra
·      Capítulo XI
Llanto y sueño de Santa Mónica acerca de la conversión de su hijo Agustín
·      Capítulo XII
Lo que un santo obispo respondió a Santa Mónica acerca de la conversión de su hijo
·      Libro IV
Recorre los nueve años de su vida, en que desde el año 19 hasta el 28 enseñó retórica y tuvo una manceba, y se dedicó a la astrología genetliaca. Después se duele del excesivo e inmoderado dolor que tuvo por la muerte de un amigo, y el mal uso que hacía de su excelente ingenio
·      Capítulo I
Del tiempo que empleó en engañar y pervertir a otros, y de los medios que usaba para ello
·      Capítulo II
De cómo enseñaba retórica; de la fidelidad que guardaba a una mala amistad que tenía; y cómo despreció los pronósticos de un agorero
·      Capítulo III
Cómo dejó el estudio de la astrología, a que se había dedicado por consejo de un anciano bien instruido en medicina y física
·      Capítulo IV
Refiere la enfermedad y bautismo de un amigo suyo a quien él había pervertido, cuya muerte sintió y lloró amargamente
·      Capítulo V
Por qué los afligidos e infelices tienen gusto en llorar
·      Capítulo VI
De lo mucho que sintió la muerte de su amigo
·      Capítulo VII
Cómo se salió de su patria por no poder aguantar este dolor
·      Capítulo VIII
Cómo el tiempo y el trato con los amigos le fueron curando su sentimiento
·      Capítulo IX
De la amistad humana, y que es dichoso el que en Dios y por Dios ama a sus amigos
·      Capítulo X
Cómo la bondad de todas las criaturas es muy limitada y transitoria, e incapaz de dar quietud y descanso a los deseos del alma
·      Capítulo XI
Que todas las cosas creadas son mudables, y sólo Dios es inmutable
·      Capítulo XII
Que no es malo el amar las criaturas, con tal que en ellas amemos a Dios
·      Capítulo XIII
De dónde nace el amor
·      Capítulo XIV
Cómo dedicó los libros De lo Hermoso y De lo Conveniente a Hierio, orador romano, y del motivo por que amaba a dicho Hierio
·      Capítulo XV
Por estar oscurecido su entendimiento con las ideas o imaginaciones corpóreas, no podía alcanzar a conocer las criaturas espirituales
·      Capítulo XVI
Cómo entendió por sí mismo las categorías o predicamentos de Aristóteles, y los libros de las artes liberales
·      Libro V
Habla del año 29 de su edad, en el cual, enseñando él retórica en Cartago y habiendo conocido la ignorancia de Fausto, que era obispo, el más célebre de los maniqueos, comenzó a desviarse de ellos. Después, en Roma fue castigado con una grave enfermedad: interrumpido por eso en la enseñanza de la retórica, pasó después a enseñarla a Milán, donde por la humanidad y sermones de San Ambrosio fue poco a poco formando menor concepto de la doctrina católica
·      Capítulo I
Excita a su espíritu para que alabe a Dios
·      Capítulo II
Que los pecadores no pueden huir de la presencia de Dios, y que debieran convertirse a Él
·      Capítulo III
De la llegada de Fausto, maniqueo, a Cartago: su carácter y talentos; y de la ceguedad de los filósofos, que no conocieron al Creador por medio de las criaturas
·      Capítulo IV
Que sólo el conocimiento de Dios hace bienaventurados
·      Capítulo V
El atrevimiento con que Fausto enseñaba lo que no sabía acerca de los astros le hacía indigno de que le creyesen acerca de otras materias
·      Capítulo VI
Que Fausto era naturalmente verboso, pero ignorante de las ciencias y artes liberales
·      Capítulo VII
Cómo se apartó de la secta de los maniqueos
·      Capítulo VIII
Cómo se partió a Roma contra la voluntad de su madre
·      Capítulo IX
Cómo enfermó en Roma con tan grave calentura, que le puso a peligro de la vida
·      Capítulo X
De los errores en que andaba antes de recibir la doctrina evangélica
·      Capítulo XI
Cómo trató y confirió sus dudas con los católicos
·      Capítulo XII
Del engaño que practicaban en Roma los discípulos con sus maestros
·      Capítulo XIII
Cómo fue enviado a Milán por catedrático de retórica, donde fue bien recibido de San Ambrosio
·      Capítulo XIV
Cómo oyendo a San Ambrosio fue poco a poco saliendo de sus errores
·      Libro VI
Cuenta lo que hizo en Milán en el año 30 de su edad, fluctuando en sus dudas todavía. Confiesa que San Ambrosio poco a poco le hizo ir conociendo que la verdad de la fe católica era probable. Mezcla también muchas cosas de Alipio y de sus buenas costumbres, y refiere el intento que él y su madre tenían de que tomase el estado del matrimonio
·      Capítulo I
Cómo Agustín ni era maniqueo ni católico
·      Capítulo II
De las viandas y ofrendas que acostumbraban llevar los fieles en África a los sepulcros de los santos mártires
·      Capítulo III
De las ocupaciones y estudios de San Ambrosio
·      Capítulo IV
Cómo oyendo predicar a San Ambrosio entendió la doctrina de la Iglesia, que antes no entendía
·      Capítulo V
De la autoridad de los Libros Sagrados, y cuán necesario es el uso de ellos
·      Capítulo VI
Del infeliz estado de los ambiciosos, al través del ejemplo de un pobre mendigo que estaba muy alegre
·      Capítulo VII
Cómo apartó a su amigo Alipio de la locura de los juegos circenses
·      Capítulo VIII
Cómo Alipio se aficionó a la loca diversión del juego de los gladiadores, que él mismo aborrecía antes
·      Capítulo IX
Cómo en una ocasión fue Alipio preso por sospecha de un hurto
·      Capítulo X
De la bondad y desinterés de Alipio, y llegada de Nebridio
·      Capítulo XI
Trata Agustín de ordenar su vida
·      Capítulo XII
Disputa de Agustín con Alipio acerca del matrimonio y del celibato o vida de solteros
·      Capítulo XIII
Hácense diligencias de que se case Agustín
·      Capítulo XIV
Determina Agustín instituir el método de vida común que él y sus amigos habían de observar
·      Capítulo XV
Toma Agustín otra amiga, en lugar de la primera, que se volvió al África
·      Capítulo XVI
Cómo nunca llegó a perder el miedo de la muerte y del juicio
·      Libro VII
Explica las ansias de su alma, que se fatigaba en la imaginación del mal; cómo llegó también a conocer que ninguna sustancia era mala; y que en los libros de los platónicos halló el conocimiento de la verdad incorpórea y del verbo divino, pero no halló su humildad y anonadamiento
·      Capítulo I
Cómo Agustín todavía imaginaba a Dios al modo de un ente corpóreo, que estaba difundido por todas partes y llenando unos espacios infinitos
·      Capítulo II
Argumento con que Nebridio impugnó a los maniqueos
·      Capítulo III
Que el libre albedrío es la causa del pecado
·      Capítulo IV
Cómo necesariamente Dios es invariable e incorruptible
·      Capítulo V
Vuelve otra vez a inquirir de dónde provenga el mal y cuál será su origen y raíz
·      Capítulo VI
Desecha Agustín por vanas y engañosas las adivinaciones de los astrólogos
·      Capítulo VII
De las graves penas que le causaba a Agustín el averiguar la causa y principio del mal
·      Capítulo VIII
Cómo la divina Misericordia socorrió entre estas ansias a Agustín
·      Capítulo IX
Cómo en los libros platónicos halló Agustín establecida la divinidad del Verbo eterno, pero no halló cosa alguna de lo perteneciente a su encarnación
·      Capítulo X
Cómo las verdades divinas se le iban ya descubriendo más claramente
·      Capítulo XI
Cómo las criaturas en cierto modo son y no son
·      Capítulo XII
Que todas las cosas que son o existen son buenas
·      Capítulo XIII
Cómo todas las criaturas dan alabanzas a Dios
·      Capítulo XIV
Que al hombre cuerdo ninguna cosa desagrada de cuantas Dios ha creado
·      Capítulo XV
Del modo con que se halla en las criaturas, ya la verdad, ya la falsedad
·      Capítulo XVI
Que todas las criaturas son buenas, aunque algunas no son convenientes y acomodadas a otras
·      Capítulo XVII
De las cosas que nos impiden el conocer a Dios
·      Capítulo XVIII
Que solamente Cristo Señor Nuestro es el camino que guía a la salud eterna
·      Capítulo XIX
De lo que sentía Agustín acerca de la Encarnación de Cristo Señor Nuestro
·      Capítulo XX
Cómo el haber manejado los libros platónicos le hizo a la verdad más instruido, pero también más soberbio
·      Capítulo XXI
De lo que halló en los Libros Sagrados, que no halló en los platónicos
·      Libro VIII
Desechados todos los errores; encendido con los consejos de Simpliciano, con los ejemplos de Victorino, de Antonio, de los dos magnates y de otros siervos de Dios; después de una gran contienda y lucha con la concupiscencia, y una dificultosa deliberación; amonestado con una voz divina, y leídas las palabras de San Pablo en la Epístola a los romanos (cap. XIII, 13 y 14), se convirtió todo a Dios, imitándole Alipio y alegrándose mucho su madre
·      Capítulo I
Determina Agustín ir a verse con Simpliciano, movido del deseo de disponer y arreglar mejor su vida
·      Capítulo II
De cómo Victorino, célebre orador romano, se convirtió a la fe de Jesucristo
·      Capítulo III
Cómo Dios y los santos ángeles se alegran mucho de la conversión de los pecadores
·      Capítulo IV
Por qué razón debemos alegrarnos más con la conversión de aquellos pecadores que son personas nobles y principales
·      Capítulo V
Qué cosas eran las que detenían a Agustín para no acabar de convertirse a Dios
·      Capítulo VI
Cuéntale Ponticiano la vida de San Antonio abad
·      Capítulo VII
Cómo interiormente se deshacía Agustín, al oír esta relación de Ponticiano
·      Capítulo VIII
Cómo Agustín se retiró a un huerto de su casa, y lo que en él le sucedió
·      Capítulo IX
En qué consiste que, mandando el alma en sí misma, no se hace algunas veces lo que manda
·      Capítulo X
Contra los maniqueos, que por experimentar en un sujeto a un tiempo mismo dos voluntades opuestas, inferían que había en el hombre dos naturalezas contrarias
·      Capítulo XI
Lucha que experimentaba Agustín entre el cuerpo y el espíritu
·      Capítulo XII
Cómo se convirtió de todo punto, amonestado de una voz del cielo
·      Libro IX
Vase Agustín con su madre y los demás compañeros a la quinta de Verecundo. Renuncia a la cátedra de retórica y se ocupa en escribir libros. Después, a su tiempo vuelve e Milán, donde con Alipio y Adeodato recibe el bautismo. Desde allí dispone volverse a África en compañía de su madre y de los demás. Después refiere la vida de su santa madre y su muerte, acaecida en el puerto de Ostia. Finalmente cuenta piadosa y elegantemente su sentimiento y llanto, como amante y buen hijo de tal madre
·      Capítulo I
Reconociendo Agustín su miseria, alaba la suma bondad de Dios
·      Capítulo II
Dilata Agustín renunciar la cátedra de retórica hasta que llegasen las vacaciones del tiempo de la vendimia
·      Capítulo III
Cómo Verecundo le cedió a Agustín una casa de campo en que viviese mientras llegaba el tiempo de recibir el Bautismo
·      Capítulo IV
De los libros que escribió, después de retirado con todos los suyos a la dicha heredad de Casiciaco; de las cartas a Nebridio; afectos que experimentaba leyendo los Salmos, y cómo sanó milagrosamente de un vehementísimo dolor de dientes
·      Capítulo V
Consulta con San Ambrosio sobre qué Libros Sagrados le sería más conveniente leer
·      Capítulo VI
Vuelve Agustín a Milán, y en compañía de Alipio y Adeodato recibe el sagrado Bautismo
·      Capítulo VII
Cómo en Milán comenzó la costumbre de cantarse himnos y salmos en la iglesia. Y cómo fueron hallados los cuerpos de los santos mártires Protasio y Gervasio
·      Capítulo VIII
De la conversión de Evodio; de la muerte de su santa madre, Mónica, y de la crianza y educación que tuvo desde sus primeros años
·      Capítulo IX
Continúa Agustín refiriendo las loables costumbres de su madre
·      Capítulo X
Coloquio de Agustín con su madre, acerca del reino de los cielos
·      Capítulo XI
Del éxtasis y muerte de su madre
·      Capítulo XII
De cómo lloró la muerte de su madre
·      Capítulo XIII
Ora Agustín a Dios por su difunta madre
·      Libro X
Muestra por qué grados fue subiendo al conocimiento de Dios; que se halla a Dios en la memoria, cuya capacidad y virtud describe hermosamente; que sólo en Dios está la verdadera bienaventuranza que todos apetecen, aunque no todos la buscan por los medios legítimos. Después describe el estado presente de su alma y los males de las tres concupiscencias
·      Capítulo I
Que en sólo Dios halla un alma su esperanza y alegría
·      Capítulo II
Siendo claras y manifiestas respecto de Dios las cosas más ocultas, qué viene a ser lo que hace el hombre en confesarse a Dios
·      Capítulo III
Del fruto que sacaba de confesar a Dios el estado presente de su alma, a distinción de lo que antes había sido
·      Capítulo IV
Del grande fruto que esperaba hacer en los fieles con los libros de sus Confesiones
·      Capítulo V
Que el hombre no se conoce a sí mismo cabal y perfectamente
·      Capítulo VI
Qué cosa es la que se ama cuando se ama a Dios; y cómo por las criaturas se llega a conocer al Creador
·      Capítulo VII
Que ninguno puede hallar a Dios por medio de los sentidos corporales ni de las potencias puramente sensitivas
·      Capítulo VIII
De la admirable virtud y facultad de la memoria
·      Capítulo IX
Del lugar que tienen en la memoria las ciencias
·      Capítulo X
Las ciencias no entran en la memoria por ministerio de los sentidos, sino que salen de otro seno más profundo de ella
·      Capítulo XI
Qué cosa sea aprender, hablando de las verdades que hallamos en nosotros mismos
·      Capítulo XII
Del lugar que tienen en la memoria las ciencias matemáticas
·      Capítulo XIII
Cómo la memoria es tan reflexiva que con ella nos acordamos de habernos acordado
·      Capítulo XIV
Cómo también están en la memoria las afecciones o pasiones del ánimo
·      Capítulo XV
Cómo también nos acordamos de las cosas que están ausentes
·      Capítulo XVI
Cómo también la memoria se acuerda del olvido
·      Capítulo XVII
Que no obstante ser tan grande la capacidad y virtud de la memoria, es necesario, para hallar a Dios, subir más arriba de esta potencia
·      Capítulo XVIII
Cómo no pudiera hallarse una cosa perdida si no se conservara en la memoria
·      Capítulo XIX
Cómo vuelve a acordarse la memoria de lo que había perdido ella misma
·      Capítulo XX
Para desear la bienaventuranza, como todos los hombres la desean, es necesario que la conozcan
·      Capítulo XXI
Del modo en que la bienaventuranza está en nuestra memoria
·      Capítulo XXII
En qué consista la vida bienaventurada, y dónde se ha de buscar
·      Capítulo XXIII
Prosigue explicando qué cosa sea la vida bienaventurada, y dónde se halla
·      Capítulo XXIV
Se alegra Agustín de haber hallado a Dios dentro de su memoria
·      Capítulo XXV
En qué grado de la memoria se halla a Dios
·      Capítulo XXVI
Dónde se halla a Dios
·      Capítulo XXVII
Cómo la hermosura de Dios arrebata hacia sí al hombre
·      Capítulo XXVIII
De las miserias de esta vida
·      Capítulo XXIX
Que toda nuestra esperanza ha de ponerse en Dios
·      Capítulo XXX
Confiesa Agustín el estado en que se hallaba en orden a las tentaciones libidinosas
·      Capítulo XXXI
Del estado en que se hallaba en orden a las tentaciones de la gula
·      Capítulo XXXII
Del estado en que se hallaba en orden a las tentaciones de los olores y fragancias tocantes al olfato
·      Capítulo XXXIII
Del estado en que se hallaba en orden a los deleites tocantes al oído
·      Capítulo XXXIV
De cómo se hallaba en cuanto a los deleites de la vista
·      Capítulo XXXV
De cómo se hallaba en orden al segundo género de tentación, que es el de la curiosidad
·      Capítulo XXXVI
De cómo se hallaba en orden al tercer género de tentación, que es el de la soberbia
·      Capítulo XXXVII
De cómo le movían las alabanzas de los hombres
·      Capítulo XXXVIII
Cómo la virtud tiene también peligro por la vanagloria
·      Capítulo XXXIX
Epílogo de lo que ha tratado en este libro
·      Capítulo XL
Cómo buscó a Dios dentro de sí mismo y en todas las demás cosas
·      Capítulo XLI
Cómo algunos han recurrido infelizmente a los demonios, para que sirvieran de medianeros a fin de convertirse los hombres a Dios
·      Capítulo XLII
Carácter del verdadero mediador entre Dios y los hombres

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